La buena fama durmiendo

Manuel Álvarez Bravo, originario de la Ciudad de México, es considerado el fundador de la fotografía moderna. Desde su infancia tuvo contacto con la fotografía a través de su abuelo y padre. Hacia 1915, se inició formalmente como fotógrafo con una cámara que el ingeniero Fernando Ferrari Pérez, padre de un amigo suyo, le obsequió. En 1930 estableció contacto con personajes del círculo intelectual mexicano como Tina Modotti, Diego Rivera, José Clemente Orozco, Sergei Eisenstein y Henri Cartier Bresson, con quien expuso en el Palacio de Bellas Artes. En 1938, Álvarez Bravo conoce al pintor surrealista André Breton en la casa de Diego Rivera, quien quedó impactado ante su obra y le ofreció realizar una fotografía para el catálogo de la exposición de arte surrealista Mexique que se llevaría a cabo en la Galería Renou et Colle de París. La obra propuesta fue La buena fama durmiendo en la cual se observa una mujer semidesnuda y recostada sobre un tapete con cactáceas a un lado. La escena fue retratada en la azotea de la Academia de San Carlos con la participación de una modelo llamada Alicia y el doctor Francisco Arturo Marín, quien colocó las vendas de los pies, muslos y muñecas; estas últimas inspiradas por los vendajes empleados por el ballet de Anna Sokolow. No obstante, la imagen se censuró por su contenido explícito y fue sustituida por otra fotografía del mismo autor. La imagen se presenta como una metáfora de la vida contemplativa que acompaña a la modelo en un status silencioso y reflexivo; además de un explícito interés del fotógrafo por captar el encanto y sensualidad del desnudo femenino en contraposición con lo rígido y afilado de los cactus.