La destrucción de Jerusalén por Tito

La obra, de gran dramatismo muestra un espacio arquitectónico con escenas terrorifícas. En la parte inferior de la composición se observa el cuerpo inerte de un hombre que todavía porta los atributos de la batalla: espada y escudo. Sobre su pecho se observa un niño de brazos que se extiende sobre el torso del fallecido. Completa la escena una figura femenina ataviada con pesados paños, parcialmente arrodillada. Su expresión transmite gravedad. Los planos posteriores se encuentran divididos por columnas que seccionan la composición en dos, en el lado derecho existe una escalinata en la que hombres pelean encarnecidamente. Uno de los milicianos porta a cuestas un candelabro de siete brazos, la menorah que se utilizaba en el Templo de Jerusalén. Allí mismo se divisa la escena de un par de cabezas decapitadas que han sido empaladas. Encima de la lucha hay otros espacios arquitectónicos columnados, en los que diminutas figuras se encuentran en acción. En el fondo se observan más edificios pero destaca el humo incandescente que proviene de algún incendio. La composición acusa dramatismo merced a las tres líenas diagonales que atraviesan el cuadro. La paleta cromática está dominada por los pardos. La pieza es de carácter tonal y el artista hizo servir una rica gama de pigmentos . Hacia la mitad del siglo XIX, un artista era valioso en la medida en que su arte fuera cercano a la ciencia, que era el modelo supremo de utilidad, la obra de Silvagni cumplía con estos valores que tanto se admiraban, ostenta un dominio técnico: dibujo, composición y manejo de la paleta cromática. Su temática aborda un momento grave y trascendental de la historia por lo que es útil tanto didáctica como moralmente. Fue obsequiada por el autor a la Academia de San Carlos en 1846, en correspondencia a los obsequios que se le hicieron cuando se le ofreció el cargo de director de pintura de la Academia, cargo que rechazó.