Día de Muertos

Los otomíes tienen una forma particular de ver la muerte, cómo enfrentarla y los rituales que alrededor de ella realizan. Cuando alguien muere, se le prepara para ser velado, se le colocan velas alrededor del cuerpo y se forma una cruz de ceniza en el suelo. Los que llegan a acompañar a la familia, rezan porque el difunto no sufra más en el camino que acaba de iniciar, que no le sea difícil y llegue sin contratiempo a su última morada, la cual será de acuerdo en la forma en que murió: por accidente, por enfermedad, entre otras. Las personas que llegan a acompañar a la familia, ofrecen un tributo consistente en maíz, frijol, aguardiente, café o dinero, con lo que pueda ayudar. Este tributo se utiliza para preparar comida e invitar al otro día, a quienes les acompañaron durante ese tiempo. Al término de la comida, se lleva al difunto al cementerio acompañado de músicos tocando la guitarra, el violín y la flauta. En algunos pueblos vecinos de San Nicolás y San Pablo, mencionan que a los difuntos se les enterraba con objetos miniaturas propios del difunto: huaraches y machetes para el hombre y para mujeres, telar de cintura y ollitas de barro.