Centenario de la Independencia. 4. Testimonio Musical de México, volumen 50

Nota de Thomas Stanford: En abril de 1958 llegué a Comitán, último pueblo investigado en Chiapas en mis trabajos de campo durante la temporada 1957-1958. Era un pueblo eminentemente ladino (así se denomina a los mestizos de Chiapas), e inmediatamente me llamó la atención Horacio Mojarrás, un músico que tocaba un instrumento del cual no tenía noticias en esas fechas: la guitarra séptima de catorce cuerdas. En una primera sesión de grabación en su casa hicimos mis primeras grabaciones con este instrumento que, por ser muy característico de los repertorios de principios del siglo XIX, en esas fechas se denomina ba “guitarra mexicana”. Tiene catorce cuerdas –siete órdenes dobles—, y una resonancia formidable. Hay que recordar que la guitarra sexta –la guitarra a secas de nuestros días—, aun cuando era conocida en México desde finales del siglo anterior, no fue muy común sino hasta 1930. La acústica de la casa de Horacio se nota en las primeras grabaciones que efectué a su lado. Enseguida me habló de unos compañeros con quienes solía tocar y nos pasamos a la casa de Gonzalo Gómez, mucho más espaciosa, y allí grabamos un repertorio para los instrumentos de la presente grabación: violín, mandolina y guitarra séptima (así la denominaba Horacio). Llama la atención la extraordinaria afinación de Gonzalo en el violín, aun cuando toca un registro estratosférico. La mandolina, que por ruidosa suele predominar en cualquier ensamble, toma un segundo plano muy discreto. Este vals —muy lento y elegante— debe fecharse hacia 1910-1921. Se toca con un garbo que pudo haber sido característico de la música de aquella época. El vals, en sí, fue parte de un repertorio, que derivaba de Viena y el Este de Europa, fue de origen francés en cuanto a su derivación inmediata, típico de la música parisiense del siglo XIX, y seguramente favorecido por la corte mexicana de Maximiliano en aquellas partes. El vals tuvo un gran auge durante el Porfiriato.