San Jerónimo

San Jerónimo está representado como asceta en recuerdo a los cuatro años que vivió en el desierto y que él mismo nos narra de la siguiente manera: "En aquel exilio y prisión a los que por temor al infierno yo me condené voluntariamente sin más compañía que la de los escorpiones y las bestias salvajes [...] tenía el rostro escuálido por el ayuno y sin embargo mi voluntad sentía los ataques del deseo [...] A solas con aquel enemigo me arrojé en espíritu a los pies de Jesús, los bañé con mis lágrimas y al fin pude domar mi carne con los ayunos durante semanas enteras" (1) Jerónimo se encuentra semidesnudo, rodeado de sus atributos más frecuentes, el león recostado a sus pies, el capelo cardenalicio, la cruz que recuerda su penitencia, el ángel con la trompeta que alude a la frase que se le atribuye al santo: "Sea que coma, sea que beba siempre me parece que resuena en mis oídos la trompeta que dice: ¡Levantaos, muertos, y venid al juicio!" (2) La escena se encuentra enmarcada por una guirnalda de flores y hojas con rocallas, con una alegoría de la Eucaristía en la parte superior, y otra sobre el ardor espiritual en la parte baja. La frase en la parte inferior de la escena hace alusión a la defensa de la inocencia hasta la muerte.

1. Alban Butler, Vidas de los santos, t. III, p. 715.

2. Juan Ferrando Roig, Iconografía de los santos, p. 150.