Incidentes melódicos

Leopoldo Méndez, como militante comunista, miembro de la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios (LEAR) y artista activo en el Taller de Gráfica Popular (TGP), mantuvo una posición artística férreamente vinculada a sus principios ideológicos. Buena parte de su imaginario representó una abierta afronta a las posiciones políticas reaccionarias y denunció las atrocidades cometidas en Europa por el régimen nazi y sus aliados. Asimismo, colaboró estrechamente con aquellas organizaciones de exiliados alemanes, quienes durante la década de 1930 y principios de la siguiente se instalaron en nuestro país, como fue la Liga Pro Cultura Alemana en México. Entre los años treinta y cuarenta del siglo XX, Méndez realizó un gran número de litografías y grabados que, bajo esa línea temática, circularon reproducidas en carteles, hojas volantes, calendarios, revistas periódicas y otras publicaciones, como el emblemático Libro negro del terror nazi en Europa, publicado por la editorial El Libro Libre en 1943. Méndez y sus colegas de la LEAR y del TGP dieron forma en su obra a aquellas consignas dictadas por su filiación política, ya sea a través de mordaces representaciones satíricas de los líderes del nazismo y el fascismo europeos; por medio de imágenes condenatorias de los atropellos que vivieron las víctimas de Hitler y sus aliados; o bien, con la representación de alegorías e imágenes que exaltaban las gestas del ejército soviético y sus aliados contra las fuerzas armadas de Alemania. Sin embargo, también cuentan en ese imaginario aquellas obras desprovistas de símbolos precisos y que no se circunscriben cabalmente a un acontecimiento histórico particular, pero que sintetizan el drama que vivieron millones de personas durante los conflictos bélicos europeos, desde la cruenta guerra civil española hasta la Segunda Guerra Mundial. En este último rubro podemos situar la obra que, estampada a partir de una talla en madera de pequeño formato, lleva por título La carta, fechada en 1941. Sobre su interpretación es posible trazar una comparación con otra imagen que, bajo el mismo título, realizó el autor. En sus dos versiones, La carta alude a las vivencias íntimas, cotidianas y dolorosas que impactaron a la sociedad civil durante los conflictos armados que sacudieron a Europa. En la primera, una mujer sentada reclina su rostro sobre sus manos recargadas en una mesa, en la que se aprecia una carta cerrada. La expresión dolorosa de la mujer y el sobre cerrado hacen evidente un triste presagio. Si bien la imagen está desprovista de símbolos que nos permitan advertir el contexto de la escena, en la segunda representación Méndez nos da más señales para su interpretación: La mujer, en este caso, se ubica frontalmente al espectador; en una mano sostiene la carta desplegada y con la otra cubre su rostro en un evidente gesto de aflicción. Al fondo de la imagen, en el portal de la habitación y asomada tras una bandera con la insignia del partido nacionalsocialista, emerge la silueta de un personaje que hace el característico gesto de salutación nazi (Heil Hitler). Sobre esta última imagen, Deborah Caplow señala que el espectador puede inferir, por estos y los demás elementos dispuestos en la imagen, que el escenario se trata del hogar de una familia patriótica alemana de clase trabajadora: ambas versiones de La carta "retratan el duelo de aquellos que han perdido a un miembro de la familia"