Inmaculada Concepción

Esta singular Iconografía de la Inmaculada Concepción, según Manuel Trens, (1) reconoce sus antecedentes en el pasaje bíblico que narra el encuentro de Joaquín y Ana delante de la Puerta Dorada de Jerusalén. Siguiendo la tradición pictórica del siglo XVI, ambos personajes aparecen hincados venerando a su hija, a quien se ve como una flor que brota de los tallos que salen del pecho de sus padres. Tomando en cuenta las recomendaciones dadas por el tratadista Francisco Pacheco, (2) a san Joaquín se le represento como a un hombre de sesenta y ocho años; en cambio a su esposa se le ve de menos edad, aunque ambos lucen como dos hermosos y venerables ancianos. La figura de María se inscribe dentro de un rompimiento de gloria; viste túnica blanca y manto azul, posa sobre una peana de angelillos y doce estrellas rodean su cabeza. La vid que brota del pecho de san Joaquín y santa Ana, puede relacionarse con una prefiguración de la natividad de María, que tuvo el rey Astiages: este monarca soñó que a su hija le brotaba del pecho una vid, significando que seria madre del rey Ciro, destinado a liberar de la cautividad a los hijos de Israel. (3)