Después de la tormenta

Este paisajista alemán estudió en las academias de Praga y Düsseldorf, para después convertirse en profesor en la de Weimar. Poco se sabe de él; sin embargo, basta ver la evidencia del romanticismo tardío que revela su pintura. A pesar de que en la Alemania de 1820 el paisaje había perdido cierta popularidad debido a que es un tema académico considerado de poca grandeza, algunos artistas como Johann Wilhem Cordes veían en él la ocasión de materializar una protesta contra su época, a la que consideraban en gran parte desprovista de ideales heroicos. La fascinación del romántico por la naturaleza encierra un doble sentimiento: se siente atraído por la promesa de totalidad apacible que cree ver en ella y en la cual desea sumergirse, pero, al mismo tiempo, se encuentra aterrorizado por su potencialidad destructora. Esto último se aprecia en después de la tormenta, aunque en realidad se trata de una alusión simbólica que incita a la reflexión sobre lo perecedero de la vida y sobre la presencia de Dios en la naturaleza, creando una nueva realidad en la que lo menos importante es el fenómeno climatológico, en sí mismo. Éste es tan sólo un ejemplo del nuevo repertorio romántico y, en especial, del romanticismo de ensoñación alemán, muy distinto del español y el francés. El paisaje moderno dejó de considerar la naturaleza como una forma nítida y luminosa para sumirla en un misterio, planteando así la relación entre ella y el hombre mediante la subjetividad y la fantasía. La obra fue comprada a Octavio Muñoz Ledo y exhibida en la 10° exposición de la Lotería de la Academia en 1857, al año siguiente formó parte del acervo de la Academia.