LA MUERTE EN LA HISTORIA MEXICANA

Según reza la leyenda, el Carretero de la Muerte es aquel individuo que habiendo fallecido en el último segundo del 31 de diciembre, tiene la misión de recorrer el mundo recogiendo -en su silenciosa carreta- las almas de todos aquellos seres que fallecen durante los 12 meses del año. Su paso es firme y exacto, marcado por cada segundo que transcurre para llegar con puntualidad a su cita: la muerte espera al final del camino.

Podemos suponer que en México, el Carretero de la Muerte detiene momentáneamente su andar, el 1 y 2 de noviembre. Por una vieja tradición pagano-religiosa son días de fiesta: el culto a los muertos se hace presente; florecen los altares alrededor de los retratos de los antepasados difuntos que parecen advertir: "Como te ves me vi...".

Pero es posible que la Muerte se detenga por otro motivo: la reflexión por el sino fatal, la vocación mortuoria, la tradición funeraria que envuelve a la historia de México.

Indudablemente la Muerte está presente en todas las épocas y en todos los pasajes de la historia universal. Sin embargo, en México hay casos muy concretos que demuestran que la Muerte ronda en el aire con especial predilección sobre ciertos individuos y por momentos los ha cubierto con su manto, algunas veces rozándolos, otras, tocándolos en forma definitiva.

Las aproximaciones

¿Qué factores influyen para que un hombre común se acerque tanto a la Muerte pero logre evadirla? La Muerte encuentra en la fortuna a una de sus principales rivales. El último minuto de vida tiene que llegar fatalmente. Pero en ocasiones la fortuna, para bien o para mal, le arrebata algo de tiempo:

Una broma cruel jugó la fortuna, la muerte -y Juárez- a Maximiliano, Miramón y Mejía.Confirmada la pena capital para el 16 de junio de 1867, los reos fueron puestos encapilla; momentos antes de ser conducidos al lugar señalado para la ejecución, ésta se pospuso para tres días después. El 19 de junio, fecha en que fueron fusilados ya estaban muertos. Murieron dos veces.

Durante su vida el general Manuel González fue herido en 17 ocasiones -sable, bala, metralla-, perdió un brazo, le abrieron el muñón durante otro combate... fue un gran militar y llegó a ser presidente de México (1880-1884). Ninguna de sus 17 heridas lo llevó a la tumba. Falleció de causas naturales en su vieja hacienda de Chapingo.

¿Qué hubiera sido de la Revolución si Pancho Villa hubiera muerto en sus inicios? En 1912, por órdenes de Huerta, Villa fue colocado frente al pelotón de fusilamiento; en el último momento, cuando se disponía la ejecución, llegó el perdón de Madero a través de uno de sus hermanos. 1915. Herido por una granada, Obregón cayó al suelo sin un brazo; retorciéndose de dolor, sacó su pistola, la colocó sobre su cabeza y jaló el gatillo... estaba descargada -un día antes había sido limpiada por su asistente. Cuando el teniente coronel Jesús M. Garza se dio cuenta de las intenciones del general, le arrebató la pistola y lo condujo ante el médico. Tiempo después y por otras circunstancias, Garza se suicidó.

"Cuando el alma del cuerpo se desprende..."

Para aquellos estudiosos de las cuestiones parapsicológicas, la personalidad de Álvaro Obregón merece un acercamiento. Además de su frustrado intento de suicidio, otras experiencias de su vida muestran un contacto cercano, la clara presencia de la muerte, por lo menos en tres ocasiones. Obregón así lo percibía. En 1909 escribió un poema titulado Fuegos fatuos -publicado por Enrique Krauze en su obra Biografía del Poder-, cuyas primeras estrofas revelan la personalidad de un hombre desdeñoso del tránsito físico, terrenal, pero -implícitamente- convencido de la existencia de otra vida, marcada por el plano espiritual:

"Cuando el alma del cuerpo se desprende/ y en el espacio asciende, / las bóvedas celestes escalando/ las almas de otros mundos interroga/ y con ellas dialoga, / para volver al cuerpo sollozando; sí, sollozando al ver de la materia/ la asquerosa miseria/ con que la humanidad, en su quebranto/ arrastra tanta vanidad sin fruto/ olvidando el tributo/que tiene que rendir al camposanto”.

El espiritismo fue una doctrina filosófica que tuvo toda la formalidad y el impacto de una corriente filosófica en Estados Unidos y Europa durante la segunda mitad del siglo XIX y las primeras décadas del XX. En México, el espiritismo practicado por Francisco I.Madero fue el argumento utilizado por sus enemigos, para tildarlo de "chiflado". Convencido de las doctrinas básicas espíritas -contenidas en obras como El Evangelio según el espiritismo o El libro de los espiritus- y seguidor de su principal impulsor -Allan Kardec-, Madero fue médium escribiente. Su comunicación con los espíritus y las bondades del espiritismo -justicia, fraternidad, libertad- influyeron en cierta medida en que abrazara la causa de la democracia.

Más asombroso -pero menos conocido- que el espiritismo de Madero fue el espiritismo ortodoxo que Plutarco Elías Calles abrazó en los últimos años de su vida. Calles, el mismo hombre que había tratado de "extirpar la fe católica de México", en el ocaso de su vida concurría "religiosamente" al círculo de investigaciones metapsíquicas de México. Donde se comunicaba con almas que recorrían los diferentes planos metafísicos. Desde ese lugar, hizo la única profesión de fe de toda su existencia: creyó en otra vida. Ambos recurrían a la muerte... como fuente de vida.

Fusilamiento de Maximiliano, Miramon y Mejía

Institución: Instituto Nacional de Antropología e Historia

Los restos

El sentimiento antiespañol al grito de "mueran los gachupines", enarbolado por algunos grupos radicales durante los primeros años del México independiente -que culminó con la expulsión de españoles-, propició una persecución sobre los restos de Cortés, sólo evitada gracias a la intervención de Lucas Alamán, quien pudo esconderlos y ponerlos a salvo de la turba enardecida.

Con excepción de su pierna, Santa Anna podría decirse que "casi" descansa en paz -aunque para muchos no lo merezca. La perdió en la guerra de los pasteles en 1838; la sepultaron con todos los honores de un funeral de estado en 1842 y dos años después la gente enardecida la exhumó del panteón de Santa Paula para ser arrastrada por las calles de la ciudad, al final la pierna se perdió en el convulsionado México del siglo XIX. Siendo ya un viejo, algunos charlatanes lo visitaban para ofrecerle su "auténtica" pierna, misma que compró varias veces. Nunca la recuperó.

Si la admiración puede ser eterna, la rivalidad también. Durante los últimos meses del Imperio de Maximiliano, Miramón estuvo a unas cuadras de capturar a Juárez (Zacatecas, 1867); lo habría fusilado. Juárez aprehendió a Miramón y fue ejecutado. El panteón de San Fernando recogió los restos de ambos, pero ni muertos podían estar juntos. Al regresar a México, Concha Lombardo de Miramón -esposa del general- se indignó de saber que su esposo yacía a unos cuantos metros de Juárez. Exhumó el cuerpo de su marido, para llevarlo lejos del zapoteca; sus restos ya descansan en la Catedral de Puebla.

A pesar de su violentísima muerte -asesinado con balas expansivas- Pancho Villa tuvo una cristiana sepultura y "descansó en paz" por algunos años. Una noche, desconocidos entraron al panteón donde fuera sepultado; su tumba fue violada. A la mañana siguiente, el cuerpo del Centauro apareció sin cabeza. Nadie sabe qué fue de ella. Las "malas lenguas" cuentan que fueron los "gringos", quienes querían analizar su cerebro, para saber qué tenía en la cabeza, aquel hombre que se atrevió a invadir su territorio.

Hay un grupo de personajes, cuyos restos, evidentemente, no alcanzarán el descanso -al menos dentro de su fosa. Ellos son los jefes de la revolución. Paradójicas resultan la historia y la muerte; la primera se encargó de separarlos haciéndolos irreconciliables enemigos; la segunda se ha encargado de juntar sus restos -bromas de la vida ¿o de la muerte?. Zapata fue intransigente; Carranza mandó matar a Zapata; Obregón mandó asesinar a Carranza y luego a Villa; antes Villa le había hecho la vida "de cuadritos" a Carranza. Calles mandó asesinar a Obregón y Cárdenas expulsó del país a Calles.

Algún funcionario, hijo de la familia revolucionaria, tuvo la brillante idea de juntarlos, y todos -con excepción de Zapata- fueron trasladados al monumento de la Revolución. ¿Cómo podrían descansar sabiendo que los enemigos ocupan un lugar cercano?

Muda testigo de la historia: La Muerte. Su manto va cubriendo todo y tras su estela fúnebre, se perciben Fuegos fatuos que danzan entre los sauces y lápidas del cementerio, cuando cae la tarde:

Allí donde "el monarca y el mendigo"/ uno de otro es amigo;/ donde se acaban vanidad y encono;/ allí donde se junta al opulento/ el haraposo hambriento/ para dar a la tierra el mismo abono...

Allí todo es igual; ya en el calvario/ es igual el osario;/ y aunque distintos sus linajes sean, de hombres, mujeres, viejos y criaturas,/ en las noches obscuras/ los fuegos fatuos juntos se pasean.

Muerte del General Francisco Villa y Coronel Miguel Trillo en Parral

Institución: Instituto Nacional de Antropología e Historia