Oda a las cuatro estaciones (4 pzas.)

Helen nace en 1934 en el seno de una dualidad cultural: la británica, del lado materno, y la mexicana, por parte de su padre. Aunque contrarios en personalidades, al ser su padre una figura fría, mientras que su madre representaba la imagen viva del afecto, ambos la apoyaron por igual, al preocuparse no solamente de sus estudios, sino también en fomentar su lado creativo presente desde su infancia. Elena Escobedo, como lo indica su acta de nacimiento, estudia artes en la Real Academia de Londres. Al terminar sus estudios, regresa a México, y comienza a relacionarse con los personajes más prominentes del arte de la época. Recién egresada de la universidad, Inés Amor, una de las galeristas y coleccionistas más relevantes en la historia de arte mexicano, será una de las primeras figuras en acogerla y guiarla. Fue alumna de Germán Cueto, escultor de los años 50 que, gracias a su método pedagógico, le permite salir del academismo europeo para adentrarse en la exploración de otros medios, materiales y formas, incitando principalmente el uso del metal como recurso para expresar la idea del vacío, de los huecos, de las líneas y las formas en las que éstas se relacionan con el espacio. En consecuencia, su obra retoma principios arquitectónicos para crear esculturas que atiendan problemáticas sociales. De esta manera, sus piezas comienzan a ser consideradas como instalaciones dirigidas al espacio público que se aplican como soluciones y puntos de reflexión del espacio, lugar inevitablemente político, donde se revelan comportamientos, tradiciones, costumbres e ideologías de una sociedad. De esta forma, esculturas como Oda a las cuatro estaciones ilustra una de las críticas fundamentales de su producción: la destrucción de la naturaleza por la influencia industrial del hombre que extingue especies y produce basura en cantidades masivas. Por medio de una deconstrucción del espacio en el cual la pieza retoma perspectivas nuevas conforme el espectador la transita, añaden colores amarillos y naranjas brillantes que hacen alusión al fuego que podría retomarse tanto como forma creadora y como forma de destrucción del hombre mismo.