Viñeta

Entre las numerosas hojas volantes que publicó el taller de Antonio Vanegas Arroyo, a finales del siglo XIX y principios del XX, sobre asesinatos y otros crímenes atroces, destaca la serie que dedicó al caso de Guadalupe Bejarano, conocida como "la mujer verdugo" por la prensa mexicana. Bejarano fue acusada de torturar a una niña, de nombre Crescencia, que trabajaba para ella. La presente hoja informa sobre el careo que tuvo lugar entre ella y su hijo Aurelio, su principal acusador, pero también sospechoso de ser su cómplice. El texto narra la conversación entre la Bejarano y su hijo, en la que ella lo perdona por acusarla falsamente de un crimen que él había cometido, y acepta sacrificar su libertad por la de su hijo. Posteriormente, el autor o los autores intentan descifrar los sentimientos de la presa, rechazada por sus compañeras de celda y atormentada constantemente por las imágenes de las heridas infringidas a Crescencia, pues no creen que exista humano incapaz de sentir remordimiento. Los versos con los que concluye la hoja recalcan la idea de que, si bien cumplirá la pena asignada por "la justicia humana", las imágenes de sus acciones la martirizarán por toda la eternidad.El grabado de José Guadalupe Posada que ilustra la hoja no muestra el careo entre la Bejarano y su hijo, pero sin duda representa a la acusada y su crimen. La mujer, vestida de negro, con el rostro desencajado y el cabello revuelto, parece correr o huir hacia la izquierda de la imagen. Del lado derecho se ve una estufa donde se calienta un cántaro y, bajo la estufa, puede verse el cadáver de una jovencita: apenas cubierta por un manto, pueden verse las quemaduras en los brazos y las piernas. Junto al cadáver se ve el brasero que la Bejarano utilizó para torturar a su víctima. Del lado izquierdo, aparecen elementos asociados con la brujería o la magia negra: una lechuza y un cráneo atravesado por serpientes. Para Helia Bonilla, la Bejarano, retratada por Posada como una bruja, huye de una visión de su crimen, cuando en realidad está en la cárcel, representada por la ventana con barrotes, el hueso con la cadena en el suelo y las vigas amontonadas donde se posa la lechuza.