LA MUJER COMO MUSA Y CREADORA

Desde los inicios del arte, la figura de la mujer siempre ha estado presente. Ejemplo de ello lo podemos ver en las llamadas “Venus paleolíticas”, pequeñas figurillas femeninas del Paleolítico, hechas de hueso, marfil, madera, piedra o barro. Se trataba de representaciones de las mujeres de la época o de la región o de símbolos de fertilidad y abundancia.

En la antigua Grecia, el ideal griego de la belleza generó representaciones femeninas en donde se exaltaba la perfección de un cuerpo sin defectos, perfectamente proporcionado y armónico, tal y como se puede apreciar en las diversas esculturas de diversas diosas de la mitología griega, siendo una de las más representativas la Venus de Milo.

Durante la Edad Media, la representación de la mujer también se asoció al comportamiento moral, al vicio o a la santidad, creando pinturas y esculturas de Eva cayendo en tentación, imágenes de pecados personificados en siluetas femeninas o bien imágenes de mujeres virtuosas o santas. A partir del Renacimiento se comienza a acentuar la carga erótica en la silueta del cuerpo femenino, más allá de temas de carácter mitológico, moral o religioso.

La representación de la mujer a lo largo de la historia va de la mano con su valor dentro de la sociedad, con los papeles que ha desempeñado, y con la visión del género masculino sobre el género femenino.

Si bien la mujer era considerada como musa inspiradora, no era considerada como creadora de arte. Al igual que en otros ámbitos, la mujer siempre se vio desplazada a un papel inferior o a la total invisibilidad. Aún hoy en día la mujer se enfrenta a enormes dificultades para demostrar su talento y capacidad creadora en muchos gremios artísticos que aún son dominados por el género masculino.