Cántame un son jarocho
El fandango resume de muchas maneras y en varios planos de la historia del Sotavento, los lenguajes que se maduraron desde tiempos coloniales: la lírica amorosa –que es su principal expresión-, la expansión ganadera, las relaciones sociales, los arquetipos populares, el comercio colonial, la marinería, las guerras y destierros, la picaresca, las creencias y los mitos
(Antonio García de León, 2009).
Es difícil precisar con exactitud el origen de esta expresión cultural que hoy identificamos como son jarocho, que en sus orígenes más remotos se le conocía como son o sones de tierra. Se cree que esta expresión musical surge durante la segunda mitad del siglo XVIII con la aparición de sones como el Chuchumbé.
Que te pongas bien
Que te pongas mal
El chuchumbé te ha de soplar
Jaraneros y mujer veracruzana, retrato
Instituto Nacional de Antropología e Historia, Sistema Nacional de FototecasOriginalmente por “jarocho” se identificaba al prototipo de habitante de una vasta región de lo que ahora se llama Veracruz. El son es definitivamente un producto de los procesos de mestizaje cultural que se dieron durante el período colonial en la región del Sotavento veracruzano1 y a lo largo del tiempo conformó un cancionero que comprende sones para el fandango.
Como producto del mestizaje en el son jarocho se reconoce la influencia de diversos universos culturales como el indígena (nahua), africano, y europeo (arabo-andaluz). La influencia europea se reconoce principalmente por el uso de instrumentos que asemejan las guitarras barrocas y otros instrumentos de cuerdas que circulaban por tierras y mares durante los siglos XVI al XIX. El son también ha recibido distintas influencias y se ha movido en contextos diversos a lo largo de la historia de su constitución.
En la configuración identitaria del son jarocho se reconocen tres elementos fundamentales que influyen en su práctica: a) el territorio, b) la temporalidad y c) la etnicidad. Con la globalización, estos elementos atraviesan por procesos de reconversión. De esta manera, el son jarocho no debería mirarse -o escucharse- bajo una perspectiva que centre la atención de la música tradicional sólo como un rescate del repertorio de costumbres culturales o de un carácter de pureza separado de la realidades dinámicas y contradictorias en las que intervienen los actores participantes de la práctica musical, las comunidades y sus públicos.
Interior de un jacal, Eduardo Pingret
Museo Nacional de San CarlosPara entender el fenómeno del son jarocho desde la segunda mitad del siglo XX hasta nuestros días, Ricardo Pérez Monfort propone una periodización que abarca tres periodos en los que se perfilan diversos aspectos que influyen en su práctica.
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Los antecedentes: fin de los años sesenta a principios de los setenta. La situación de los sones y los fandangos jarochos durante este periodo parecía entrar en un impasse que los llevaba hacia un olvido paulatino combinado con una insistente comercialización y cosmopolitanización, que ponderó sobre todo algunas de sus expresiones más vistosas. En otras palabras: un repliegue de la actividad fandanguera a las comunidades apartadas y a los espacios marginales se daba al mismo tiempo en que se reivindicaban las versiones comerciales de La Bamba, El Siquirisí, El Jarabe Loco. Por un lado, el estereotipo del jarocho y la jarocha, bailadores vestidos de blanco, muy alegres y desenvueltos, en medio de grititos, "ajúas" y demás invitaciones a la participación del público se iban imponiendo, en tanto que de forma paralela había cierto desprecio por las versiones campesinas y “autóctonas” del son y el fandango que se dejaba sentir tanto en los medios escolares, como en los medios masivos y gubernamentales.
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Inicios del auge del son jarocho y del fandango: los años setenta y los primeros ochenta. Un par de características centrales de este periodo que saltan a la vista son aquellas que tienen que ver con los vínculos transgeneracionales internos del son y del fandango, así como con la combinación de dicho quehacer con otras disciplinas relacionadas con la promoción, la difusión y el estudio de valores culturales. Mono Blanco, grupo formado por veteranos como Arcadio Hidalgo y Andrés Vega, jóvenes madurones como Juan Pascoe y Gilberto Gutiérrez, y muchachitos como Ramón Gutiérrez y Octavio Vega, dejó en claro que las nuevas generaciones estaban abrevando de la sabiduría sonera de antaño. La trascendencia de dicho grupo en la historia del son jarocho y de la promoción de los fandangos hoy en día es incuestionable.
Como parte de estas labores de promoción cultural mexicanista o latinoamericanista, surgió la idea de ir a la provincia a impulsar y transmitir encuentros de músicos regionales. Tal vez el más importante fue el Encuentro de Jaraneros que se empezó a organizar en Tlacotalpan, Veracruz, en paralelo a los festejos de la Virgen de la Candelaria los últimos días de enero y primeros de febrero de cada año. El primer encuentro fue más bien un "Concurso de Jaraneros" que se llevó a cabo en el año de 1978, y desde entonces ha acompañado los festejos de la Candelaria con mayor o menor brío. El Encuentro de Jaraneros de Tlacotalpan se ha convertido en una especie de "Meca" a la que acuden cada año los interesados en el son y en el fandango, ya sean ejecutantes, estudiosos o simples entusiastas
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Auge, proliferación y consolidación: mediados de los años ochenta y finales de los noventa. La rigidez inicial de los que podríamos identificar como los "tradicionalistas" fue cediendo ante los nuevos experimentos, aunque no se dejó de lado el aprendizaje de las técnicas y los estilos de los mayores. La versada recibió un impulso especial, sobre todo la décima, que poco a poco fue ganando espacio en los encuentros hasta casi desplazar a los soneros.
En resumen, algunos de los cambios que han caracterizado el desarrollo del son y el fandango jarocho en estos últimos años son los siguientes: una mayor tolerancia hacia las innovaciones y la experimentación; la reaparición de sones raros y bailes antiguos; la participación directa en la hechura de instrumentos, lo que ha traído consigo una ampliación del conocimiento de maderas, de técnicas, de matices musicales. Esto también ha llevado a la recuperación de instrumentos un tanto olvidados como la bocona popoluca o el marimbol y a la incorporación de otros que mal que bien pertenecen a las tradiciones caribeñas y latinoamericanas como la quijada, la guacharaca, la armónica, las tumbadoras, etcétera.
El son jarocho es un género vivo que se alimenta de lo tradicional y que se mezcla y se fusiona con nuevas formas de interpretación que cada día se difunde a lo largo y a lo ancho de la geografía nacional y más allá de nuestras fronteras. A través de esta exposición, te invitamos a hacer un recorrido por el Sotavento veracruzano y a disfrutar de la brisa al atardecer a la orilla del Papaloapan. Disfruta de Tlacotalpan mientras escuchas los sones compilados por el Instituto Nacional de Antropología e Historia o escucha la crónica del son en la serie Encuentros por el son de Radio Educación.
CDMX, 2019
1 A esta región se le denomina Sotavento ya que esta palabra significa "dónde azotan los vientos". Es una de las 10 regiones en las que se divide el estado de Veracruz y está conformada por 12 municipios.